2021/01/19 - 13:02

Los días para que dé fin la administración del presidente Donald Trump en los Estados Unidos de América están por concluir… Seis días más —el próximo miércoles 20 de enero a las 12 horas según lo establece la Constitución Política estadounidense— y el primer mandatario más controvertido en la historia del vecino país tendrá que entregar el bastón de mando. 

Un solo mandato… dos juicios políticos (impeachments), acusado en el primero, del 31 de octubre de 2019, de mantener lazos discutibles con funcionarios rusos en diversos renglones, entre ellos el electoral y la afectación moral al entonces candidato a vicepresidente Joe Biden, y en el último, presentado al Congreso estadounidense el día de ayer, de insurrección, sedición e incluso terrorismo interno e intento de autogolpe de Estado para seguir manteniendo el poder. La vergüenza lo acompaña y lo convierte en una persona peligrosa.

Sin duda, la historia registrará una serie de limitantes personales que marcaron cuatro años de arrogancia y de falta de sensibilidad en el oficio de gobierno, algo imperdonable en un representante popular que además es el principal actor y símbolo de las políticas interior y exterior del país considerado el más poderoso del mundo.

Debido a la obsesión del presidente Trump de considerar que había obtenido el triunfo en las elecciones federales del pasado 3 de noviembre, a pesar de no haber sido encontrada alguna anormalidad en las mismas, y de todas las lamentables artimañas que ha tratado de poner en marcha para anular la elección desde que el resultado de la misma no le favoreció, su comportamiento errático ha mantenido a la Unión Americana en vilo durante los últimos meses.

Una a una las puertas que Trump intentaba abrir para alcanzar su objetivo se le fueron cerrando, le quedaba la opción de que el vicepresidente Mike Pence, quien por el cargo que ostenta por ley preside el Senado, no certificara el triunfo en la elección del presidente Joe Biden y de la vicepresidenta Kamala Harris. Pence, durante la administración de Trump mantuvo una actitud sumisa frente al presidente, pero por vez primera protegió la democracia de su país y su prestigio personal por encima de los intereses personales de Trump, y envió una carta a los senadores haciéndoles saber que su decisión era cumplir rigurosamente con la voluntad popular y los resultados arrojados por las autoridades electorales de los Estados Unidos. Obviamente la rabia de Trump es irrepetible. 

En la mañana de ese fatídico 6 de enero, convocados por el propio presidente Trump a través de las redes sociales, un grupo de manifestantes provenientes de toda la Unión Americana se reunieron alrededor de un mitin que denominaron “Save America”, en un parque público localizado al sur de la Casa Blanca, donde tradicionalmente se enciende un árbol navideño. En la reunión los oradores fueron el presidente, su hijo Donald Trump, Jr. y su abogado Rudy Giuliani, quienes encendieron de manera muy irresponsable los ánimos de los asistentes.

Lamentablemente la manifestación terminó en una revuelta descontrolada y grosera desde cualquier punto de vista, en la que el Capitolio estadounidense fue tomado de forma por demás violenta cuando los congresistas se encontraban calificando la elección federal para declarar formalmente electas a las principales autoridades que dirigirán el rumbo de Estados Unidos en los próximos cuatro años. 

La seguridad de la sede del Congreso fue violada a lo largo de varias horas, se perdieron seis vidas y hubo decenas de personas heridas, el pánico invadió a la ciudadanía. Afortunadamente, al ser puestas a prueba las leyes e instituciones desarrolladas por los Estados Unidos a lo largo de tres siglos, la calma y la democracia encontraron su cauce. 

Los legisladores demócratas en la Cámara Baja presentaron ayer al vicepresidente Pence una petición de cese inmediato del presidente Trump invocando la 25 Enmienda de la Constitución, por considerar que incitó y sigue incitando a la violencia contra las instituciones, la ciudadanía y el Gobierno de los Estados Unidos. Enviaron un ultimátum donde lo conminan a destituir al presidente en 24 horas o de otro modo el grupo parlamentario, que cuenta con mayoría en la Cámara Baja, iniciará de inmediato el segundo juicio político contra él como una manera de crear un antecedente histórico de cómo fue vejada la democracia en la Unión Americana.

Está claro que el presidente Trump dejará de serlo el 20 de enero próximo aunque no lo desee y su nueva rabieta trascienda fronteras; invocar el juicio político, de acuerdo a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, es dejar una constancia fehaciente del asalto a la sede de la democracia estadounidense y de que el responsable fue el presidente de los Estados Unidos de América, quien cometió graves delitos contra la nación y faltas a la Constitución que juró respetar, por lo que debe ser destituido de inmediato y quedar inhabilitado para desempeñar en el futuro cargo administrativo o político alguno, como lo establece la Constitución de Estados Unidos: “Quien abuse de un cargo público será castigado para que no pueda ejercer nunca más cualquier cargo de honor, confianza o beneficio de Estados Unidos de América”.

Lograr el juicio político es complejo y se requiere de la aprobación del Senado que iniciará sus sesiones una vez que Joe Biden y Kamala Harris tomen posesión de sus cargos. En esta Cámara legislativa existe un empate de 50 escaños para cada una de las fuerzas políticas, republicanos y demócratas, que puede eliminarse con el voto de la vicepresidenta, pero para declarar culpable a un presidente a través de un juicio político se requiere una mayoría de dos tercios de los votos. La Cámara de Representantes estudia la posibilidad de no enviar su decisión de impeachment al Senado de manera inmediata, estudian la posibilidad de esperar incluso algunos meses para no entorpecer en sus inicios la administración del presidente Biden. 

Esperemos que la razón no encuentre la sinrazón y Trump acepte de una vez por todas que perdió la elección.