2020/11/23 - 10:49

La democracia en todo el mundo se sostiene sobre pilares que en un momento dado pueden convertirse en demasiado endebles, y esto sucede frecuentemente en los procesos electorales cuando un candidato afirma, sin prueba alguna, que ha sido víctima de un fraude dado que los resultados de los votantes, que son finalmente quienes deciden quién quieren que los gobierne, no le favorecen. Los teóricos de la democracia consideran este tema como una forma abierta de “socavar la democracia”.

Este es el caso del presidente Donald Trump, quien se enfrenta a los resultados que otorgan el triunfo a su contrincante en los comicios presidenciales estadounidenses del pasado 3 de noviembre. El candidato Joe Biden, obtuvo finalmente 306 votos electorales contra 232 del aspirante a un segundo periodo de gobierno, el presidente Trump, quien considera que fue víctima de una serie de delitos electorales, aunque él mismo sabe que está comprobado que esto es menos que imposible en la compleja estructura electoral de ese país; especialmente considera haber sido víctima del delito electoral del voto por correo.

Votar en ausencia o voto por correo ha sido parte de las elecciones estadounidenses desde hace más de un siglo y es más que evidente que la pandemia de coronavirus orilló a muchos votantes a solicitar el voto de esta manera ante la posibilidad de un contagio. Argüir que esto es una trampa orquestada por la estrategia electoral demócrata no tiene fundamento en un país donde los derechos humanos se encuentran perfectamente cobijados en la Carta de Derechos de los Estados Unidos de América y los jueces se atienen a ella sin dilaciones.

Judicializar la elección es un derecho muy válido de cualquier candidato en una elección cuando las diferencias son menores a un uno por ciento de los votos emitidos, aunque en mi corta experiencia en este tema al que he tenido acceso exclusivamente a través de los medios de comunicación, en comicios impugnados, la Ley de Murphy siempre hace su aparición en la apertura de paquetes electorales y resulta que la persona que impugna obtiene todavía menos de los votos con los que ya contaba.

El Colegio Electoral, integrado por 538 miembros, es el organismo que decide formalmente la Presidencia de la Unión Americana; sabemos que el triunfador necesita 270 votos para obtenerla, Biden ya obtuvo 316 y las estrategias de negación y de impugnaciones legales de su adversario ya están cayendo por su propio peso al fracasar en algunos tribunales, incluso sus abogados han retirado sus propias demandas como es el caso de Arizona después de que el conteo final invalidara este recurso.

La carrera por la Presidencia de Estados Unidos se encuentra finalmente en la recta final, a espera solamente de la declaración legal. Los estados que integran la Unión deben tener totalmente certificadas sus elecciones a más tardar el 8 de diciembre, así como elegidos sus representantes en el Colegio Electoral, el próximo 14 de diciembre. Lo grave de la estrategia que está siguiendo el candidato perdedor es que sus seguidores están realmente convencidos de que el resultado puede

cambiar, incluso consideran que si los medios legales no son suficientes para eso está el uso de la fuerza, escenario que esperamos no se presente de ningún modo.

Figuras políticas de su propio partido como el presidente George W. Bush, números legisladores republicanos, incluidos Linsey Graham, senador por Carolina del Sur o Mitt Romney, senador por Utah, han declarado abiertamente el triunfo del candidato Biden, anteponiendo a sus intereses partidistas la defensa de la democracia en Estados Unidos.

Donald Trump pone en peligro una tradición que lleva más de 124 años al no aceptar su derrota en las urnas, actitud que el candidato ganador y virtual presidente de la Unión Americana considera “vergonzosa”; creo que de igual modo pensamos la mayoría de las personas. Es un hecho que el presidente Trump tendrá que dejar la Casa Blanca pero la pregunta que surge es ¿cuánto daño dejará su salida al negarse sistemáticamente a aceptar su derrota? Ha impedido acceso a los fondos para la transición y está judicializando el proceso.

Joe Biden, por su parte no pierde tiempo, prepara su Programa de Gobierno y las políticas públicas que propondrá al Congreso para enderezar una nave que empezaba a mostrar signos de daño estructural ante el mundo. El presidente electo ha anunciado que enfocará en cuatro ejes importantes sus primeras acciones, dos de las cuales tendrán resultados inmediatos a nivel internacional: políticas medioambientales y de salud, estas últimas enfocadas al control del Covid-19. Para los ambientalistas, la gran noticia es el anuncio de reincorporar a su país al Acuerdo de París, del que arbitrariamente y sin la menor sensibilidad ante uno de los problemas más graves que enfrentamos a nivel global, el presidente Trump lo retiró.

Considero que la apertura internacional del nuevo presidente, especialmente frente a Latinoamérica, será más factible. Para México, en materia económica las opiniones son encontradas, no existe consenso sobre los especialistas sobre si las nuevas directrices serán benéficas o no, recordemos que ni él ni la futura vicepresidenta, Kamala Harris, están a favor del nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá.

Con respecto a la integración de las Cámaras del Congreso estadounidense, la de Representantes permanece con mayaría de legisladores demócratas, mientras en el Senado las cifras indican una o dos curules más a favor de los republicanos, lo que sí es un hecho es que el Legislativo estadounidense tendrá una mayor diversidad étnica y de preferencias sexuales.

Esperamos mejores tiempos para nuestro vecino del Norte, la región geográfica de América del Norte debe convertirse en una de las más importantes, en todos los órdenes, a nivel global.