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Consecuencias de la pandemia en la educación de nuestros niños y niñas

Javier Herrera Borunda - Papel Social

2020/08/27 - 13:08

Sin afán de pretender ser pedagogo ni mucho menos, me pregunto si la educación a distancia, tele-educación, google classroom-meet, zoom o cualquier otro sistema educativo similar, es el apropiado para los niños y niñas que deberían estar cursando su educación preescolar o elemental en los centros educativos diseñados ex profeso, y no lo están haciendo por las medidas cautelares tomadas con gran previsión por nuestras autoridades sanitarias y educativas para preservar su salud y la de las personas que conviven con ellos.

Se sabe que la capacidad de concentración de los infantes se va incrementando de acuerdo a los niveles de maduración psicosocial que van alcanzando durante su desarrollo, es así que un pequeño de cuatro años, de acuerdo con estudios científicos, tiene una capacidad de concentración de 8 a 20 minutos seguidos, un pequeño de cinco años la tiene de 10 a 25 minutos y así sucesivamente hasta llegar a un niño o niña de 12 años, cuya capacidad de concentración promedio es de 20 a 40 minutos. Una vez pasado ese tiempo aproximado es necesario cambiar de actividad para poder reiniciar la tarea inicial.

Sin duda, nuestros especialistas en educación y maestros han tomado en cuenta estos datos para programar las actividades escolares a distancia en función de las edades a las que se dirigen sus enseñanzas; sin embargo, es indispensable también tener presente que nuestros educandos han estado y continúan estando sometidos a niveles de estrés que ya son muy prolongados, sus actividades cotidianas hasta antes de marzo fueron truncadas de golpe, no se les permite salir fuera del entorno de sus casas a practicar algún deporte, sufren de manera indirecta las preocupaciones presentes en sus padres o tutores y en múltiples ocasiones éstos no pueden continuar en sus casas porque son los proveedores económicos para la subsistencia familiar.

Es indispensable tener en cuenta que nuestros niños no van a la escuela tan sólo a recibir información y a reforzar la educación que reciben en sus hogares, también van a desarrollar sus procesos de socialización, a jugar, a convivir con otros niños y niñas de su edad, a “cortarlas” y a “encontentarse”, a correr en los recreos, a compartir la torta y el refresco, a jugar con caracoles o lagartijas, a patear pelotas y a hacer enojar a los maestros por una o mil causas, incluso a llegar a casa con algún reporte de mala conducta o por no haber hecho la tarea.

Todo lo anterior hoy está vetado y las reglas del juego son diametralmente opuestas. Como sociedad hemos encontrado la alternativa de educación a distancia ante el confinamiento, pero, ¿nos hemos puesto a reflexionar en cuáles pueden ser las consecuencias hasta que nuestros pequeños puedan volver a la “nueva normalidad” del semáforo verde? ¿Cuáles serán las que se presenten en su desarrollo físico como resultado del sedentarismo? ¿Cómo se verá afectada su visión al estar expuestos a algún aparato electrónico tantas horas al día, independientemente de las que irremediablemente destinan en videojuegos que pueden descargar fácilmente en los teléfonos celulares de los adultos que los rodean? ¿Cómo será la relación con sus compañeros y amigos de clase? ¿Tendrán miedo a ser contagiados por ellos? ¿Qué tendrán que hacer sus padres para guiar sus pasos en el aprendizaje y al mismo tiempo realizar las actividades propias de sus trabajos?

¿Cómo podrán capacitarse los maestros para transmitir sus conocimientos en tiempos tan cortos y nuevas tecnologías?

En fin, las interrogantes pueden ser infinitas como infinitas son las relacionadas con la enfermedad del coronavirus. Es indudable, no existe certeza alguna con respecto al futuro inmediato en la educación de nuestros niños y niñas; precisamente en la generación que inicia sus primeros pasos en su formación académica y social, confiemos en que esta situación pueda ser controlada antes de lo previsto porque las huellas serán indelebles en la memoria de estos pequeños y pequeñas. La resiliencia debe empezar a trabajarse de inmediato.

La deserción escolar temprana, especialmente de los y las adolescentes que están cursando el tercer año de secundaria, y de acuerdo a cifras proporcionadas por la Secretaría de Educación Pública, ya se calcula en 800 mil alumnos; la situación económica de sus familias los obliga a incorporarse al mundo del trabajo de manera muy temprana con apenas las herramientas adquiridas para poder defenderse en el mundo de hoy. Debemos defender a como dé lugar el bono demográfico (mayor número de jóvenes que de otros estratos poblacionales) con el que cuenta nuestro país, de él depende poder solventar las jubilaciones de tres décadas adelante.

Es un hecho lamentable que en nuestro país no todas las comunidades tienen acceso a la red de internet, ni tampoco todas las personas a una computadora, laptop, iPad, teléfono celular inteligente o algún aparato que permita la transmisión y relación con el educador a la distancia. La brecha educacional puede verse aún más afectada con este método de aprendizaje, simplemente será imposible acceder a él si se pertenece a los estratos económicos más bajos de nuestra población, generalmente los que cuentan con menos años de escolaridad. Será mucho más complejo aún romper con el círculo vicioso de la pobreza en nuestro país para convertirlo en virtuoso en pleno siglo del conocimiento.

Las escuelas particulares que forman parte del sistema educativo nacional también tienen que tomar conciencia de la situación anormal que estamos viviendo y poner su granito de arena para contribuir a evitar la deserción por motivos económicos relacionados con los altos costos de las colegiaturas. Es cierto, tienen que mantener su planta laboral tanto educativa como administrativa y de servicios, pero la mayor carga en la formación de los educandos hoy la están llevando los padres, sin estar, en muchos casos, preparados para ello. En estos momentos difíciles deben hacer vivos los valores que manifiestan en sus Idearios y Reglamentos, sería un gran ejemplo de solidaridad para su alumnado, para los padres de familia, e incluso para México.

Repensar la forma en la que estamos atendiendo a nuestros educandos no es descalificar el gran esfuerzo que están realizando nuestras autoridades educativas… pero en el tintero han quedado muchos condicionantes por resolver.

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