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Nuestro culto a la muerte

Javier Herrera Borunda - Papel Social

2020/11/09 - 10:53

Los mexicanos vivimos todos los años, al inicio del mes de noviembre, el recuerdo e incluso la presencia emocional de aquellas personas que significaron un remanso de amor en nuestras vidas y que ya no contamos más con su presencia física a nuestro lado. Duele su ausencia, sí, y mucho, pero sabemos que mientras los recordemos siempre permanecerán a nuestro lado.

El homenaje a nuestros muertos está afincado en la tradición y las costumbres que caracterizan al gran mosaico multicultural propio de la República Mexicana. Las culturas originarias llenan de riqueza nuestras tradiciones, así como las que fueron aportadas por otras culturas que enriquecieron aún más a nuestra gran nación. Destaco de manera muy especial el cariño y respeto que mostramos por nuestros antepasados y que los antropólogos han definido como culto a la muerte y a todos los simbolismos que se presentan a su alrededor.

El común denominador de estas creencias es la concreción del deseo inconsciente que subyace en todas las personas de abrazar a sus seres queridos fallecidos, aunque fuera sólo una vez más, para decirles cómo los extrañan y cuánto los aman, por lo que en la cosmovisión tradicional el espíritu de los difuntos regresa al mundo de los vivos durante un día para hacer realidad este deseo y reconfortarse ante su presencia al departir con ellos y al sentir consuelo ante el dolor de la ausencia física.

En la cosmovisión de nuestras culturas prehispánicas los entierros se acompañaban de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que en vida habían sido utilizados por el muerto y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales como piedra o jade; braseros, incensarios y urnas.

En el estado de Veracruz las fiestas que se celebran en los municipios de la Huasteca en honor de los muertos son realmente excepcionales, las conocemos como las fiestas de Xantolo y son tan importantes que algunas personas las han definido como la gran fiesta de Navidad de la región huasteca.

El Xantolo es la fiesta más esperada del año; las comunidades y los municipios se preparan meses antes para llegar a los días marcados con todo lo que indican las tradiciones. Tristemente 2020 será recordado como el año en el que la fiesta fue marcada por la pandemia del temible virus Covid-19, que por su letalidad ha llenado de luto y dolor a más de 92 mil connacionales, por lo que a pesar de todo lo que significa para la los habitantes de la Huasteca veracruzana, el Xantolo se llevó a cabo con muchas restricciones debido al temor ante posibles contagios.

De manera muy prudente, los comités organizadores de comparsas para estas fiestas, así como los municipios donde se llevan a cabo como Tempoal, Tantoyuca, Platón Sánchez, Chicontepec, Pánuco tomaron la decisión de realizar bailables y todas las tradiciones alrededor del Xantolo de

manera virtual; lo que sí permaneció igual y tal vez todavía más hermoso fue la decoración de altares en las casas y patios.

Y en este punto admiro especialmente la tradición de la Huasteca de permitir un espacio en los patios de sus casas para que todos aquellos deudos que no ponen un altar en sus viviendas, por las razones que sean, puedan recibir a sus difuntos en ese lugar. En el Xantolo nadie puede permitirse el lujo de no venerar a sus muertos.

Es verdaderamente maravilloso observar en su conjunto, y de manera particular, la belleza de los altares de muertos; los arcos que les dan forma, las flores de cempasúchil y mano de león, el sincretismo entre las imágenes de santos católicos y elementos prehispánicos como las vasijas de copal humeando, las fotografías de quienes ya no están a su lado, el colorido papel picado, los alimentos, frutas, bebidas y hasta cigarros que esperan la llegada de los familiares ausentes.

En Xantolo destaca el pan que se conoce como chichimbre y que está elaborado con harina y piloncillo. Este alimento se dice que responde a un fenómeno más de aculturación ya que este nombre es una deformación inglesa de la palabra ginger bread o pan de jengibre que fue introducido por los ingleses que llegaron a la región a principios del siglo XX, aprovechando el boom petrolero que se inició con la explotación del pozo encontrado en el Cerro de La Pez en la localidad de Ébano, entonces perteneciente al municipio de Pánuco. También son famosos los pemoles que son galletas en forma de rosca elaboradas con harina de maíz, manteca de cerdo, piloncillo, café, huevo y canela.

El día primero de noviembre se dedica a los niños y niñas fallecidos y en el altar se disponen dulces, atole, leche, comida, piñatas y juguetes. El día siguiente es el que se ofrece a las personas mayores y en el altar aparecen mole, frijoles, tamales, chocolate, pan de muerto, chichimbre, dulce de calabaza, tequila, cerveza y una serie de recetas muy especiales que los habitantes de la Huasteca elaboran de manera muy destacada para este día.

Las danzas que se organizan para el Xantolo son bailadas al ritmo de los sones y huapangos que caracterizan a la Huasteca, representan la materialización de las almas de los muertos en los vivos, quienes utilizan máscaras para no ser reconocidos por la muerte que los sigue para que no se les olvide el camino de regreso. Los principales personajes que participan en estas danzas son el diablo, la muerte, la novia, la mujer embarazada que se representa a la vida, y los viejos.

Las fiestas del Xantolo terminan el 3 de noviembre con la Fiesta del Destape, cuando los danzantes bailan durante toda la noche y se retiran las máscaras para dejarlas descansar un año y mostrar los rostros que ocultaban. ¡Vivan nuestras tradiciones! ¡Viva Veracruz!

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