Que regañiza les pegó la Doña...
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De la violencia política en Veracruz
Eleaney Sesma - Diacrónico
2025/05/14 - 11:30
El proceso electoral en Veracruz para las elecciones municipales del 1 de junio de 2025, que renovará 212 alcaldías, 212 sindicaturas y 630 regidurías, se desarrolla en un contexto de alta competitividad política y tensión social. Organizado por el Organismo Público Local Electoral (OPLE) en coordinación con el Instituto Nacional Electoral (INE), el proceso inició formalmente el 7 de noviembre de 2024, con etapas clave como la precampaña (enero-febrero 2025), el registro de candidaturas (22-29 de marzo) y las campañas (del 29 de abril al 28 de mayo). Seis partidos nacionales —PAN, PRI, PT, PVEM, MC y Morena— participan, con alianzas como la de Morena y PVEM en 166 municipios, mientras que otros partidos como PAN, PRI, MC y PT compiten de forma independiente.
Este escenario, marcado por un reconfiguración de alianzas tras las elecciones de gubernatura de 2024, refleja la importancia de las elecciones municipales como el nivel de gobierno más cercano a la ciudadanía, encargado de servicios básicos e infraestructura
local.
Sin embargo, la contienda electoral se ha visto empañada por una ola de violencia política que ha generado un clima de inseguridad en varias zonas del estado. Desde el inicio del proceso electoral en noviembre de 2024, se han registrado múltiples incidentes, incluyendo asesinatos, secuestros, amenazas y ataques armados contra candidatos y funcionarios.
Según el programa Votar entre balas de Data Cívica, entre noviembre de 2024 y marzo de 2025 se documentaron 18 víctimas de violencia electoral en Veracruz, y en los primeros 13 días de campañas, 54 candidatos solicitaron protección debido al riesgo en
sus recorridos. La violencia se concentra en el ámbito municipal, donde el crimen organizado busca influir en los resultados electorales para controlar presupuestos locales,
estructuras policiales y mercados ilícitos. Casos como el secuestro y asesinato de Carlos Ramsés Neri, aspirante del PVEM en Paso del Macho, y el ataque armado contra Víctor Manuel Benavides, regidor priista en Poza Rica, evidencian la vulnerabilidad de los actores políticos frente a estas dinámicas.
Los asesinatos de candidatos a presidencias municipales han marcado especialmente este proceso, intensificando la percepción de un entorno electoral hostil. Dos casos destacados son los de Germán Anuar Valencia, candidato de Morena en Coxquihui, asesinado el 29
de abril de 2025, el primer día de campañas, y Yesenia Lara Gutiérrez, también de Morena, ultimada el 11 de mayo en Texistepec durante un mitin transmitido en vivo,
dejando un saldo de cinco muertos. Estos crímenes, sumados al asesinato de Carlos
Ramsés Neri, han llevado a múltiples renuncias de candidatos por amenazas, como Crispín Hernández en Mixtla de Altamirano y Anell Acevedo en La Antigua. La respuesta gubernamental incluye el refuerzo de seguridad con la Guardia Nacional y la coordinación con la Fiscalía de Veracruz, pero persisten críticas por la falta de medidas preventivas efectivas. La gobernadora Rocío Nahle ha condenado los actos, asegurando que se investigarán, mientras que la presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido apoyo federal. No obstante, la impunidad y la influencia del crimen organizado plantean serios problemas para garantizar un proceso electoral libre y seguro.
A propósito del Diez de mayo
En un país donde la desigualdad social se alimenta de muchas raíces, una de las más dolorosas y persistentes es la de los padres que eluden su responsabilidad.
Hombres que andan por la vida sembrando hijos sin asumir ni un gramo de la carga
emocional, económica y moral que implica traer una vida al mundo. Esos que desaparecen en cuanto la palabra «manutención» asoma, pero reaparecen cuando se trata de levantar la voz desde una tribuna política, como si estuvieran moralmente capacitados para dirigir un pueblo.
El daño que estos padres ausentes generan es profundo y multigeneracional. Las mujeres que se ven obligadas a criar solas, muchas veces sin los recursos suficientes, no solo enfrentan una carga e c o n ó m i c a desproporcionada, sino también una emocional: deben explicar a sus hijos por qué su padre decidió no estar. Las familias quedan fracturadas, con vínculos rotos, con heridas abiertas que rara vez sanan. Los hijos crecen con preguntas sin respuesta, con vacíos afectivos que en muchos casos se transforman en inseguridades, problemas de autoestima o incluso en patrones de abandono que se repiten en la adultez.
Pero no se trata solo del daño que causan hacia afuera. ¿Qué ocurre dentro de estos hombres que abandonan, mienten y luego se presentan como salvadores de la sociedad? La disonancia entre lo que predican y lo que practican le da vida a discursos populistas, en los que se proclaman redentores de un pueblo agraviado, mientras ignoran a sus propios hijos que esperan una llamada, una pensión.
En lugar de enfrentar sus obligaciones, estos individuos escapan hacia la política, no para servir, sino para blanquear su imagen. Aspiran a puestos públicos creyendo que el poder los redime de su pasado, cuando en realidad solo lo expone con más fuerza.
¿Cómo puede alguien prometer justicia social si ha sido injusto con su propia sangre? ¿Cómo hablar de ética, si ni siquiera han cumplido con lo más básico: ser padres?
La capacidad para mentirse a sí mismos y a los demás, es quizás el mayor
síntoma de una enfermedad moral. La política necesita líderes responsables, comprometidos, humanos. No se puede construir un mejor futuro desde la hipocresía, y
mucho menos desde el abandono.
Porque quien es capaz de olvidar a sus hijos, también será capaz de olvidarse del pueblo que jura proteger.
Por ello, es fundamental ejercer un voto consciente e informado. No debe decidirse
únicamente por una dádiva momentánea ni por presiones externas. La solvencia moral de un candidato o candidata, así como su responsabilidad familiar, deben ser criterios esenciales al momento de elegir a nuestros representantes.
Lamentablemente, en cada proceso electoral hay sectores de la sociedad que se dejan llevar por las apariencias. Es preocupante observar cómo algunas mujeres respaldan y defienden a políticos que han eludido sus obligaciones familiares, sin mostrar empatía o solidaridad con aquellas mujeres que, en soledad, han asumido el rol de jefas de familia.
Esta falta de sororidad se convierte, en muchos casos, en una forma de complicidad y terminan siendo utilizadas como instrumentos para que estos personajes accedan al poder, a pesar de su falta de integridad.
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