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Mi bello pueblo Jicaltepec

Nazario Romero Díaz - CRÓNICAS Y RELATOS

2024/01/02 - 09:31

Nazario Romero Díaz. –  A la margen derecha del rio Bobos, se recuesta el bello pueblo de Jicaltepec de donde soy originario. Jicaltepec fue una de las congregaciones más importantes del municipio de Nautla; fue asiento de los colones franceses que llegaron en busca de la tierra prometida y la encontraron en este bello girón veracruzano que comprende varios municipios. El centro de la población se consideraba el área del puerto, donde atracaban y atracan las pequeñas embarcaciones de carga y pasaje. El hombre del canalete y la panga era conocido como “El Gro”. El puerto contaba con escalones empedrados para subir al pueblo. A la derecha, en las primeras casas se ubicaba la residencia del doctor Miguel Guevara, quien daba servicio de atención profesional a domicilio y cobraba mensualmente, tuviera o no tuviera pacientes que atender; en su enorme patio llegó a tener varios ejemplares de venados que admirábamos principalmente los niños. Cerca del doctor Guevara tenía su escuela del idioma francés una señora que llamaban “la niña” Stivalet, en la siguiente esquina de la Ribera, tuvo su domicilio el señor Gustavo de la Hoz, quien se fue del pueblo en los años treintas para radicar en Misantla, donde tuvo un cargo edilicio. Posteriormente en esa casa vivió don Nicolás Flores, padre que fue de los entonces niños Chelo y Gorgonio Flores, en la siguiente esquina tuvo su tienda la señora Ana Aguilar y también en la misma tuvo su estudio fotográfico don Rubén Aguilar, con su esposa Ofelia, enseguida había una enorme casona donde daban funciones de cine Celso Vaillad y Conchita Pedrero que contaban ambos con proyectores de cine y daban funciones en varios poblados; a ese local le llamaban Salón Polilla. Enseguida tuvo su tienda de abarrotes don Manuel García Romay, quien también atendía el teléfono del Estado por conducto de su hija, y más adelante estuvo la tienda de don Pepe Herrera y después en ese local funcionó el inolvidable billar del pueblo donde ocurrió la masacre de ocho muertos y un herido a manos de pistoleros de la organización criminal de la Mano Negra.

El pueblo estuvo de luto y triste durante muchos años por esa tragedia. La gente no salía de sus casas, por lo cual abandonamos el pueblo, como también lo hicieron otras familias para radicar y trabajar nosotros en la congregación de Paso Largo. En la misma calle de la Ribera, se encontraba entonces el almacén de telas para vestir propiedad de don Salvador Neme, que la atendía con sus hijos Salvador y Nahum, ellos se llevaron su negocio a Nautla. Uno de los principales comercios fue el de doña Anita Burillón Viuda de Artezán, quien también se fue del pueblo para radicar en San Rafael. Otro comercio de abarrotes fue el del mayor López; Don Pablo Díaz vendía periódicos y revistas en el local de doña Josefina, una señora que tenía una carnicería y un enorme corredor. En la siguiente esquina funcionaba la botica “La Purísima”, propiedad de las hermanas Burillón y cerca de allí, en la siguiente esquina tuvo su domicilio don Manuel Manzanilla, padre que fue de los hermanos Orlando y Decio Manzanilla, a quienes conocí cuando eran niños igual que yo; había una carnicería a orilla del rio bajo la sombra de un enorme árbol de pochota, propiedad de un señor que apodaban “La Nigua”. Frente a la botica, mi papá Pedro Romero, tuvo un changarro y junto existió la peluquería de un señor que le decían “Chiro”; donde terminaba la calle de La Ribera, existió una tienda de una señora de apellido Camet, en cuyo local funcionó durante muchos años el consulado francés.

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