Vienen los informes ,¿de qué? ...

Destacado:

Falsa psiquiatra en Veracruz Misantecos son beneficiados con prótesis por parte del DIF Estatal Obras que cambian vidas: Misantla avanza en la transformación gracias al alcalde Javier Hernández Candanedo Fortalece Veracruz su vocación laboral Llegan las escaleras eléctricas para el Mercado Municipal de Misantla

Los Gitanos

Nazario Romero Díaz - CRÓNICAS Y RELATOS

2023/01/05 - 10:23

Antiguamente era Martínez de la Torre un pueblo quieto, tranquilo y apacible, como todos los que carecen de vías de comunicación.

Las noticias de otras partes llegaban con los arrieros, así como todas las personas que venían para tratar algún asunto o a visitar a familiares.

Forasteros, había pocos, y cuando llegaban, luego luego se esparcía la noticia del arribo de algún extraño.

De vez en cuando aparecía una aventurada tribu de gitanos, que forman un pueblo sin patria. Grupos nómadas que viven de pueblo en pueblo; ellas (las húngaras) adivinando la suerte leyendo la palma de la mano de las personas crédulas e inocentes que, por ese hecho, pagan con dinero y prendas de oro a esas hábiles mujeres vestidas con “naguas” largas y enemigas del agua.

Llegaban las hordas a los pueblos, e inmediatamente, tras instalarse en carpas improvisadas se disponen a salir en busca de incautos e inocentes, que siempre los hay en todas partes, principalmente antes, cuando nuestra ciudad era un pueblo pequeño con solo dos escuelas.

Los húngaros y húngaras se dispersaban por las calles, veredas y caminos para “trabajar” a quien se dejaba quintándole lo que podían.

Permanecían largas temporadas hacinados en sus carpas hasta que el “jefe” disponía dejar el pueblo, cuando ya la gente los odiaba.

Nunca se iban con las manos vacías, pues cuando emigraban se llevaban lo que encontraban a la mano, como cerdos, gallinas, herramientas, aperos de labranza y a veces hasta niños.

Corría el año de 1940 cuando llegó al pueblo una horda de húngaros gitanos integrada por una veintena de hombres y mujeres de todos los calibres, pues había jóvenes, niños, adultos y ancianos.

Acamparon en las orillas del pueblo, por La Cruz Verde, y se dieron a la tarea de realizar recorridos en grupos de 3 o 4 por toda la región. Las mujeres adivinando y los hombres comprando y vendiendo fierros, pailas y todo lo que traían.

Entre ellos venía una joven húngara muy hermosa y atractiva. Era un encanto de mujer. Venía en el grupo casada con uno de sus compañeros de raza, que era uno de los principales que ejercían el mando.

Era la mujer un “gancho” para cautivar a los jóvenes y viejos ricachones del pueblo.

En su carpa hacían comilonas con cerdos, guajolotes y hasta bovinos que robaban, sacrificaban y destazaban en su paraje. Las fiestas que celebraban durante varios días, sea por cumpleaños y casamientos de los miembros del grupo nómada.

Los afectados con los robos tenían temor de acudir a reclamar porque eran muchos y además, peligrosos.

La tribu permaneció durante largos meses en el pueblo. La gente estaba atemorizada, cuidándose de esos húngaros nocivos que fueron condenados a vivir siempre errantes por carecer de patria.

Y una mañana ya no amanecieron en el pueblo. Durante la noche y la madrugada se fueron. Pero se llevaron a dos niños, una niña y un varoncito, que eran hijos de comerciantes que tenían su changarro en la avenida Zaragoza, que en aquel tiempo estaba triste y desolada ya que la principal era y sigue siendo la Ávila Camacho, antes Apolinar Castillo.

Inmediatamente, los padres y los vecinos iniciaron la búsqueda de los niños hasta que llegaron al lugar donde se había establecido la carpa del grupo nómada percatándose de que ya no estaban.

Se habían ido en el destartalado camión en el que habían llegado enfilando hacia San Rafael.

La policía y varios voluntarios, así como los padres de los niños salieron para alcanzarlos en el primer lugar donde se establecieran.

Los hallaron instalados en El Pital, y ahí la fuerza policiaca pudo rescatar a los dos menores.

Como antes el delito de plagio no era perseguido por la ley, los padres se conformaron con recuperar a sus hijos sin pedir nada contra los captores, además de que los húngaros alegaron que los niños se sumaron a la caravana por su propia voluntad.

El grupo de ambulantes pernicioso, llegó posteriormente a San Rafael, donde, como todas partes, cometieron robos y fechorías, pero ahí sí que les fue mal.

Integrantes del grupo nómada habían hurtado bienes de uno de los “principales” del pueblo, y el agraviado había denunciado el delito y ordenado a la policía la captura y encarcelamiento del responsable.

Como eran muchos y peligrosos, el comandante policiaco esperó a que salieran todos a “trabajar la plaza” para proceder a detener al patriarca, a quien los policías ataron de pies y manos y lo llevaron a la pocilga que servía de cárcel. Ahí lo mantuvieron custodiado para ser enviado al penal de Jalacingo, que antes era cabecera distrital judicial.

Fueron los húngaros con la intención de pagar al comandante la multa correspondiente para liberar a su patriarca, sin lograrlo, pues el representante de la ley estaba decidido a remitirlo a Jalacingo, en cuyo penal se morían los presos de hambre y frio, por lo cual era más temido que el Valle Nacional, que fue la prisión más inhumana de la historia de México en los tiempo de Porfirio Díaz.

Para entonces, el comandante policíaco ya le había “echado el ojo” a la hermosa mujer del grupo, que era la esposa del hijo del patriarca encarcelado.

Y fue entonces, cuando decidió aprovechar la ocasión para solazarse con la preciosa mujer. Puso como condición para liberar al patriarca que se fuera con él y que la devolvería al día siguiente.

Los húngaros, angustiados y desesperados, aceptaron la propuesta y así el comandante la subió a la patrulla y se la llevó para las playas de Casitas.

Al día siguiente regresó para devolver la “prenda” y liberar al preso, no sin antes sacarle jugosa mordida, ya que la corrupción siempre ha existido.

Y como la mujer ya no se quería ir con el grupo nómada, porque se había enamorado del comandante, se la tuvieron que llevar a rastras sus compañeros y compañeras de raza ante las protestas y resistencia de la preciosa mujer cautiva.

Y finalmente se fueron para nunca volver…

Esta historia que narramos nos fue platicada por el mismo comandante policiaco diez años después.

ENTRADAS ANTERIORES

EL CHILTEPIN TV

CHILTEPIN IMPRESO

LO ULTIMO