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Conocimiento tradicional, Biocultura y conservación de la biodiversidad

Se les denomina como ciencia del pueblo

Misantla, Ver. - / Mirna Ambrosio Montoya

Misantla, Ver. | 2020/12/14 - 19:36

Mirna Ambrosio Montoya.-Se reconoce como conocimiento tradicional a los saberes y prácticas tradicionales, en numerosos estudios sociológicos también se les denomina como ciencia del pueblo, sabiduría popular, saber local, conocimiento indígena y en estudios agroecológicos se dice que es conocimiento campesino o conocimiento popular. Dichos conocimientos han sido saberes subyugados o sometidos, ya que para algunos estudiosos estos saberes fueron abruptamente vulnerados hace 500 años, a pesar de esto subsisten en algunas regiones de América Latina, no solo como pueblos o culturas, con o sin lenguas originarias, sino que encontramos esos conocimientos reafirmando una forma de viabilizar opciones civilizatorias para sí mismo y para el resto del mundo.

Gran cantidad de conocimientos tradicionales están relacionados con el uso sustentable de la biodiversidad, el aprovechamiento y la preservación de los bosques y selvas, para obtener plantas de uso medicinal; con el manejo y mejoramiento de plantas alimenticias y con la elaboración de objetos de valor cultural y útiles para la vida doméstica y cotidiana. Los conocimientos tradicionales han tenido y tienen un gran potencial para el desarrollo de las comunidades, no sólo en términos económicos, sino en la protección del ambiente y la conservación de los ecosistemas. Es por ello que cuando se habla sobre la conservación de la diversidad biocultural se refiere a la valoración y conservación de las interrelaciones entre los grupos humanos y los recursos biológicos de una región determinada. Ante la búsqueda de mecanismos sociales para la preservación, promoción y aprovechamiento adecuado, en beneficio principalmente para quienes lo han desarrollado, conservado y preservado, se plantea la valoración de la bioculturalidad como una estrategia para mantener la diversificación de los recursos naturales en su contexto cultural; pero, para poder conservarla debemos entenderla.

Así que para entender la importancia cultural que representan los recursos biológicos comestibles como son el maíz, el frijol, el chile, la calabazas, la pagua, el escalán, los cachichines, entre otros, que como sabemos tienen un valor cultural con raíces muy profundas en Veracruz y que en la actualidad se cultivan de forma

intensiva por campesinos tradicionales de la región conocida como Mesoamérica, en la cual además se resguardan aún diversas culturas nativas adaptadas a ambientes diversos y contrastantes; es necesario documentar las relaciones entre cada grupo étnico y el ecosistema local, con lo que podremos entender el sistema de interacciones complejas que caracterizan a las culturas y los recursos genéticos nativos de cada una de ellas.

En las últimas décadas investigadores en el todo el mundo se han interesado en dos de los movimientos sociales contemporáneos a nivel global, la reivindicación de los pueblos originarios y el ambientalismo crítico; por lo que se han dedicado a visibilizar la relación entre los indígenas y los puntos donde se concentra la mayor biodiversidad, de ahí surge el concepto de Bioculturalidad. Sin embargo, el enfoque de bioculturalidad va más allá en estos momentos de crisis ambiental, que es vista más como una crisis de la civilización, en que los recursos naturales, la biodiversidad y la agrobiodiversidad están en grave riesgo de desaparición, en lo que se conoce como la sexta extinción masiva de especies. Solo que a diferencia de las extensiones anteriores esta es antropogénica. Ante esta crisis es de gran importancia la presencia de los pueblos originarios, la sabiduría ancestral que poseen y los servicios ambientales que desempeñan al conservar y proteger sus territorios que son en realidad reservorios genéticos de especies que pueden ser de gran importancia para la seguridad alimentaria, hídrica y climática.

Es así como a nivel mundial surge Slow Food en 1986, uno de los movimientos sociales que intenta recuperar los conocimientos tradicionales relacionados con la gastronomía, conocimientos ancestrales resguardados en las cocinas regionales en el mundo. Carlo Petrini, su fundador, inició el movimiento en Italia, donde realizó una manifestación en contra de McDonals para evitar pusieran un negocio en la plaza España de Roma. Posteriormente Carlo Petrini viajó por el mundo para conocer y recuperar gastronomías ancestrales a punto de desaparecer, por lo que el movimiento Slow Food se hizo mundial.

El desafío de Petrini no solo es dar a conocer los platillos regionales sino convencer a los campesinos y ciudadanos (consumidores) de estar orgullosos de su producción. Así que en 1996 inició un catálogo de alimentos olvidados y en peligro

de extinción, al cual se llama El Arca del Gusto. El catálogo contiene información sobre productos agroalimentarios de calidad como son frutos, verduras, razas de animales, quesos, embutidos, panes y dulces que están en riesgo de desaparecer y con ello la sabiduría las culturas de todo el planeta. Así que cuando le tocó el turno a México se hizo el catálogo “El Arca del Gusto en México”, con el cual no solo se invita a disfrutar la comida a un ritmo adecuado, sino en apreciar los productos locales del país.

En 2017, Slow Food México inició una serie de campañas de educación alimentaria, para la revalorización de alimentos tradicionales y saberes ancestrales mexicanos, con el objetivo de transmitir el patrimonio e identidad cultural gastronómica para incentivar a las nuevas generaciones a retomar los alimentos tradicionales de su región y cocinen las recetas que están desapareciendo.

Preocupados por preservar el patrimonio biocultural han surgido algunas organizaciones, grupos de académicos, que junto con cocineras tradicionales y en algunos países chefs, se han dado a la tarea de investigar y dar a conocer las riquezas que de no volver a consumir desaparecerán.

Mientras tanto agroecólogos, biólogos y ecólogos vemos estos movimientos como una oportunidad para invitar a la reflexión, ya que existen especies de consumo local que están en riesgo de desaparecer no solo porque la gente haya dejado de consumirlas, sino porque los hábitats donde se cosechan están siendo afectados por el cambio de uso de suelo. Tal es el caso del cachichín, especie cuyo nombre científico es Oecopetalum mexicanum Greenm, que se distribuye de forma natural es los pequeños fragmentos de bosque mesófilo, desde el centro de Veracruz hasta Guatemala. Por lo tanto, no es una especie endémica de Misantla, es una especie con una relación ancestral con la cultura totonaca, específicamente de la zona serrana de Misantla.

Para aclarar el significado del concepto endémico, les comento que en biología utilizamos el término para indicar que la distribución de un taxón (por ejemplo, género o especie, ya sea animal o planta) está limitada a un ámbito geográfico reducido y que no se encuentra de forma natural en ninguna otra parte del mundo.

El cachichín está en riesgo debido a que sus hábitats naturales están siendo desaparecidos con el cambio de bosque mesófilo de montaña por el de monocultivos, tal es el caso de las plantaciones de cítricos.

El hecho de que el cachichín haya sido integrado al catálogo del Arca del gusto de Slow Food no solo nos debe llenar de orgullo, sino de preocupación, lo cual nos debe conducir a la reflexión para considerar seriamente la riqueza que representa como especie de uso comestible y el saber ancestral de toda una cultura, cuya herencia no solo son los vestigios arqueológicos dispersos en el territorio.

Misantla no es el único lugar donde existen poblaciones silvestres de Oecopetalum mexicanum Greenm., el cachichín, pero si es el único lugar donde se sabe que la especie es comestible, que en tiempos remotos sirvió como alimento en épocas de hambre por malas cosechas y que si se pierde la especie se pierden cientos de años de sabiduría.

Ante lo descrito en este documento, el cachichín representa conocimiento tradicional, riqueza biocultural y una especie cuyo valor nos puede ser útil para la conservación de la biodiversidad de nuestros bosques. Recuerda esto cada vez que comas un amargoso y sabroso cachichín.

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