Xalapa, Ver | 2019/04/08 - 16:57

Chalchihueyecan, Zempoala. 23 de abril de 1519.-Los hombres blancos y barbados bajaron a tierra hoy por la mañana y se aposentaron en las playas de este lugar, para lo cual bajaron muchas mercancías que fueron desembarcando los indios mayas que traen, a los que tratan prácticamente como esclavos.

Un guerrero de la guarnición azteca detalló a este tlacuilo cómo fueron los movimientos de los extranjeros, y se los daremos a conocer puntualmente en esta nota, tal como nos lo relató de viva voz.

(El nombre de este valeroso informante tendrá que permanecer en el olvido, porque si lo reveláramos, con toda seguridad el sanguinario gobernador Teudile, calpixque del emplazamiento de Cuextlán, impuesto por Moctezuma, lo mandaría a sacrificar de inmediato, por andar contando lo que no debe).

Según nuestro anónimo relator, los hombres que llegaron saben bien de estrategias de guerra, pues fueron descendiendo de sus barcos sin descuidar nunca la defensa ante un posible ataque de nuestros guerreros.

Nos dice el ignoto que primero bajaron varios hombres armados con palos de trueno, y algunos centauros, que son esos animales raros mitad hombre y mitad caballo (como ellos les llaman). Traían también unos cilindros que están montados en dos ruedas y que lanzan alaridos y fuego, tan potentes y tan destructivos como un rayo.

Una vez que establecieron la cabeza de playa, bajaron cerca de 200 guerreros, cuyos cuerpos relumbran al sol. Mientras tanto, los indios mayas fueron haciendo un cercado y junto con los soldados construyeron varias cabañas para alojar a sus capitanes y para ellos mismos. También prepararon un cobertizo para guardar y atender bien a los caballos, y por último levantaron un altar para hacer una ofrenda a sus dioses, o más bien a su Dios, porque el suyo es único y muy poderoso, tanto que podría desaparecer a todos nuestros dioses con un solo ademán de su mano, según afirman.

Por la tarde, ya acomodados los españoles (así piden que se les llame), recibieron la visita de una comitiva azteca -comandada por el gobernador Teudile y varios hombres importantes- que les llevaba varios regalos. Algunos eran joyas de oro, un metal que al parecer es muy apreciado por ellos, tanto que casi no le hicieron caso a las riquísimas plumas engarzadas que había mandado el propio tlatoani de la gran Tenochtitlán.

Los visitantes hicieron una demostración ante la comitiva local de sus armas y sus centauros. Y los aztecas quedaron muy impresionados, tanto que ordenaron a sus dibujantes que retrataran lo mejor que pudieran las escenas, y se las mandaron de inmediato a Moctezuma Xocoyotzin, quien seguramente debe estar muerto de miedo ante estos nuevos dioses que recuerdan a Quetzalcóatl, pero más a Huitzilopochtli, el señor de la guerra.